Uno de los trabajos más importantes para la recuperación de la bulimia es el desarrollado con el niño interior.
Desde El método Emma sabemos que es un trabajo difícil, pero no dudes en trabajar con tu niña herida y encontrar cuál o cuáles son las necesidades que quedaron pendientes de cubrir en tu infancia para que, de ahora en adelante, seas tu misma la que las puedas satisfacer, y dejes de buscar en la comida la satisfacción de las mismas.
No se trata de otra cosa que ayudar a madurar a esa niña.
Que pase de seguir enfadada con nuestros padres, reclamando lo que no tuvo, a darle la vuelta y comprender qué es lo que ocurrió, que no era contra ella, sino que casi siempre fue circunstancial, no personal. Que perdone y se haga responsable: padre y madre de sí misma.
El trabajo de la niña interior es uno de los más bellos, para sacar a la luz nuestras luces y sombras, esa parte luminosa y oscura, que a veces sale a través de exageraciones, pataletas y por supuesto, nuestros atracones…
Crecemos y vamos relegando y olvidando a la niña por otras obligaciones y cosas que hacer “muy importantes” para el adulto. Pero cuando se manifiesta a través de nuestras ingestas de comida compulsivas, nos toca volver a esa niña y hacerle caso:
- Contactar con ella
- Escucharle: ¿por qué te comportas así?
- A través de la Compasión y comprensión.
- Por medio del silencio (solo accedemos a ella así)
- Hablándole con amor (hola cariño, qué tal estás?)
- Experimentando perdón y paz (el adulto que ahora somos debe poner las emociones en su sitio, distinguirlas y sentarse con ellas por muy incómodas que sean).
Dinámica: nos vamos a convertir en nuestros padres de nosotras mismas
Mira una foto de cuando eras niña, tratando de ver los rasgos que más te gustan, y quizá los que menos, de conectar con las emociones de esa niña en ese momento, como si observarás a tu propia hija.
Mira tu foto con mmor mientras escuchas.
Y mientras miras a esa niña, voy a hacerte unas preguntas, y te pido que no dejes de mirarla:
¿Qué tal cuidarías a esa niña, si se tratara de alguien muy especial, por ejemplo tu hermana pequeña o si eres madre tu hija?
¿Crees que la acompañarías desde el amor para ayudarla a crecer?
O que, sin darte cuenta o por falta de consciencia, le exigirías determinadas cosas o la criticarías?
Por ejemplo, os voy a hablar de mi niña herida.
¿La criticaría porque no es lo suficientemente delgada?
¿Me quejaría de que está gorda o que los brazos no son finos?
¿La despreciaría porque es tímida?
¿Le exigiría que hiciera lo que fuera para gustarle a todo el mundo, para ser más atractiva?
A esa niña, que sin duda necesita amor, ¿le diría que acepte cualquier relación para no quedarse sola?
¿La dejaría con un desconocido, para probar a ver si la cuida bien?
¿O la asustaría, diciéndole que nadie la va a querer y a cuidar, y que se esfuerce y que haga todo por su pareja, aunque no la trate bien?
¿Me imagino diciéndole que no vale nada por sí misma, que no va a lograr lo que quiere?
¿La encerraría en casa para evitar que se arriesgue a conocer gente, a disfrutar, reír o llorar, si es lo que le toca, le impedirías vivir?
¿Le enseñaría a quitarse la ansiedad fumando, comiendo compulsivamente, practicando sexo o bebiendo alcohol?
¿O la llevaría de noche a casa de un desconocido para que no se sintiera sola?
¿La obligaría a quedar con alguien que le ha tratado mal, por si esta vez, ya, la trata bien?
¿Le diría que se rebaje buscando migajas de amor, porque hoy en día no hay nada mejor para ella?
¿Le aconsejaría que desistiera de intentar mejorar cada día, de ser feliz, la empujarías a que cerrara a su corazón?
Mira esa niña y piensa que quiere, que necesita, que te está pidiendo…
Analiza si durante los últimos meses, quizá años, o incluso décadas, como es mi caso, la has cuidado y respetado tal y como se merece.
Si la respuesta es NO, ¿no crees que ha llegado el momento de pedirle perdón?
De decirle que la quieres y ¿cómo se lo vas a demostrar a partir de ahora, a apartarla del miedo y tranquilizarla? Porque tú estás aquí para protegerla.
Ha llegado el momento de no meterle miedo ni castigarla, no hacerle sentir que no se merece el amor.
Decirle que es libre y tiene un mundo por descubrir. Que no tenga que desconfiar de ti. Que la ames por encima de cualquier circunstancia. Y que le digas, que no vas a fallarle más, que no volverá ocurrir, que tú te encargas.
Porque esa niña está en ti.
Sigue ahí. Y solo a ti te corresponde cuidarla, sanarla, tranquilizarla.
Nadie más, tampoco una pareja puede encargarse de eso, solo tú. A quien necesita esa niña no es a otra persona, ni atracones constantes ni cualquier sustancia o conducta adictiva, es a ti.
Vamos a reeducarla.
Vamos a reprogramar su mente.
Ejercicio para todas la noches
Buscaremos una foto de cuando éramos pequeñas y la tendremos siempre en nuestra mesita de noche.
Antes de acostarnos todos los días, durante 2,3 minutos le diremos a esa niña todo lo que vale.
Se lo diremos con mucha fuerza, con determinación, convencidas, con mucha claridad, con lucidez y sobre todo con mucho entusiasmo.
Tenemos que decirle a esa niña todo lo que es y por lo tanto lo que no es.
Nuestra niña interior tiene un gran potencial y no nos han sabido entrenarnos, tenemos que ser nosotras ahora.
Es un ejercicio donde tenemos que ser muy perseverantes, pacientes y verlo bastante claro. Esto es clave para la reeducación o reprogramación de nuestra mente.
Tenemos que hacer una rutina con este ejercicio, no queda otra. Todas las noches nos reeducamos. Tenemos que ser implacables para sanar nuestra niña interior si queremos avanzar en nuestro proceso de recuperación.
Cuanto más nos cueste hacerlo mejor, estaremos en el buen camino.
Ese día habremos vencido resistencias y por lo tanto habremos avanzado. Esos días son los mejores.
Sanar a nuestra niña interior es clave para nuestra recuperación.
Lo que yo me digo:
“Sé tu misma”
“Venga, estoy contigo”
“Tienes una energía y una fuerza extraordinaria”
“Mira que luz tienes”
“Confío en ti, sé tu”
“Tú vales por lo que eres no por lo que haces, tienes o consigues”
Ahora te toca a tí.. ¡Adelante!


